UNA RADIOGRAFÍA DE LA JUVENTUD




¿Cómo somos los jóvenes de hoy en día? Sin duda, es una pregunta complicada para la que creo que ni nosotros mismos tenemos una respuesta clara. Por el contrario, para una gran parte de la sociedad no resulta tan complicada, pues día tras día escuchamos comentarios de adultos (especialmente personas mayores) quejándose de nuestra actitud, destacando una ausencia de valores entre la gente joven y asegurando que las cosas no son como lo eran antes.  Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y le faltan al respeto a sus maestros”. Estas palabras podríamos escucharlas cualquier día esperando en un semáforo o en el trayecto de la villavesa, si no fuera porque fueron dichas por Sócrates allá por el siglo V a.C. Parece ser que las cosas no han cambiado tanto a lo largo de la historia, ¿no es cierto?

Para poder entender a la juventud creo que es importante analizarla dentro del contexto en el que vivimos, esto es, la sociedad del siglo XXI. Y es algo que muy poca gente hace. ¿Cuántas veces hemos oído a nuestros mayores explicarnos que tuvieron que empezar a trabajar desde muy jóvenes para poder ganar dinero con el que mantener a la familia? Es obvio que si no tenemos en cuenta la forma de vida de las diferentes épocas, los jóvenes de ahora somos una especie de parásitos de nuestros padres y de la sociedad, pues nos refugiamos en la comodidad del hogar en el que todos los gastos están pagados y ni siquiera nos molestamos en buscar un trabajo que nos permita ayudar económicamente. Sin embargo, la escolarización, los cambios económicos, los nuevos estilos de vida… han hecho que la sociedad no sea la misma que la de hace 70 años.
Lo que ocurre al hablar de los jóvenes es lo que sucede al mirar un vestido que tiene una mancha de suciedad: por elegante y espectacular que sea el vestido, no podemos evitar apartar la vista de esa mancha y, por tanto, no podemos ver más allá. El voluntariado, el interés por cambiar el mundo, la implicación en actividades que favorezcan la convivencia y el bienestar, la vitalidad que desprende la gente joven…son las diferentes partes del vestido que los adultos no son capaces de ver por estar centrados en pequeñas manchas.
Además de todo esto, los jóvenes tenemos nuestras preocupaciones, miedos e inseguridades. Vivimos en un mundo en el que, a pesar de que se diga lo contrario, la primera impresión es la que cuenta. Se nos llena la boca hablando de que lo importante es el interior o de que las apariencias engañan, pero somos los primeros que nos alejamos de alguien cuyo aspecto físico no nos transmite confianza. Es por ello por lo que tratamos de contentar a los demás para sentirnos aceptados, llegando incluso a convertirnos en personas completamente diferentes. En la base de todo esto está nuestra inseguridad, una preocupación excesiva por el qué dirán, y el miedo a sentirnos rechazados, a “no encajar”.
Aunque por encima de todo está nuestro mayor miedo: la soledad. Nos cambia la expresión con tan solo pensar en que puede llegar un día en el que no tengamos a nadie a nuestro lado que nos escuche, nos aconseje y nos quiera. Para evitarlo, no dudamos en recurrir a cualquier tipo de cambio personal que ate a esas personas a nuestro lado para siempre. Pero… ¿realmente estamos dispuestos a estar jugando toda la vida a ser una persona que no somos, simplemente para contentar a otras personas que ni siquiera sabemos si van a seguir en nuestro camino?

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