ECHANDO LA VISTA ATRÁS...
Han pasado ya 20 años desde aquel martes de 1998 en
el que vine al mundo. Durante todo este tiempo ha habido experiencias y
momentos que me han llevado a ser la persona que soy a día de hoy. Pero
prefiero no adelantarme y empezar, como toda buena historia, por el principio.
Nací en Pamplona un 3 de marzo. Como muchos sabréis,
coincide con el tercer peldaño de la “escalerica” de san Fermín, y creo que es
de ahí de donde me viene la gran afición por estas fiestas. Mis primeros años
de vida los recuerdo con especial cariño, pues era la primera niña de la
familia y todos se volcaron conmigo. Recuerdo las mañanas en el parque con mis
yayos, donde acababa de aprender a hablar y ya daba conversación a todas las
abuelas de los demás niños. A los 3 años entré en Teresianas, un colegio donde
no sólo he aprendido aspectos académicos, sino que también he aprendido valores
que me han formado como persona. Este centro llegó a convertirse en mi segunda
casa; no sólo por la cantidad de horas que pasé en él, sino porque gran parte
de mi familia estudiaba o trabajaba allí. Confieso que me fue de gran utilidad,
especialmente los días en los que se me olvidaba el almuerzo y subía a pedirle
galletas a mi tía o los días en los que la alergia a los frutos secos me dio
algún que otro susto.
La etapa académica no me fue nada mal, aunque es
cierto que la Educación Física no era mi punto fuerte. Por desgracia, el deporte
y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien. En estos años he vivido
experiencias que han contribuido a mi formación, como el intercambio con
Inglaterra en el que participé en segundo de la ESO. Otra parte importante que
destaco de esta etapa es la cantidad de personas que he conocido: mis primeras
amistades, profesores que me han hecho ver la educación de una manera diferente…
Echando la vista atrás, puedo decir que he sido feliz en el colegio.
A pesar de todo esto, no siempre el camino ha sido
fácil de recorrer. Con 9 años viví una situación familiar que me marcaría especialmente
y que a día de hoy aún me sigue rondando por la cabeza. Esto me hizo madurar
antes de tiempo, aprender que no todo sale según lo planeado y tener especial cuidado a la hora de tomar
ciertas decisiones. Además, con 14 años tuve que enfrentarme a la operación a
corazón abierto de mi yayo. Verlo entrar en un quirófano y no saber si saldría
con vida fue una de las peores experiencias que recuerdo. Afortunadamente, todo
salió bien y puedo seguir disfrutando de él.
Casi sin darme cuenta, llegó el último año de
Bachillerato. Tocaba poner punto final a una etapa llena de alegrías, decepciones,
experiencias y aprendizajes que introducir en la mochila; y dar comienzo a un
mundo desconocido que se convertirá en la llave para alcanzar un futuro
profesional: la universidad. Contra todo pronóstico, desde pequeña he tenido
muy claro qué quería estudiar. Y es que cuando me preguntaban qué quería ser de
mayor, con tan sólo 3 años ya decía “profesora y madre”. ¡La de veces que hice
la tarea explicando la lección a alumnos imaginarios! Ya como estudiante de
Magisterio y Pedagogía, espero poder estar dentro de unos años entre pupitres y
pizarras, esta vez con alumnos de carne y hueso.
Aunque no muy original ni espectacular, esta es la
historia de mi vida. Una historia a la que ojalá le falten muchos capítulos por
escribir.